Exmo. Sr. Cázares
Es un ser invadido por la presencia transformante de Dios. Es un hombre fiel a Cristo. Es un amigo de Dios.
Es un joven apuesto y varonil, de fuerte condición física, de grande energía, de humilde fortaleza, sereno por costumbre. Buen jinete. Es un hombre libre y realista, mexicano laborioso y progresista. Es un hombre de palabra sencilla, elocuente, firme y suave. Es un amigo fiel.
Su profesión: Abogado. Defensor de las causas de los indigentes y los derechos de muchos, soluciona pronta y certeramente arduas cuestiones de Derecho y Teología. Profesionista sabio; de vastos conocimientos en Filosofía, Historia, S. Escritura y leyes; dedicado al estudio, asiduo en el trabajo y en las cosas difíciles.
Su amistad favorita: Dios; por Él ha dejado su profesión de abogado y la posibilidad de formar un hogar para seguir al modelo perfecto: Cristo.
Su vocación: el Sacerdocio. Su armadura: la oración. Su tesoro: la libertad que lo hace sencillo, noble, austero y desprendido de las cosas de la tierra.
A los 46 años recibe con humildad su consagración episcopal. Renueva su único deseo y decisión: Dedicar, sin desmayo, todo su ser en procurar la salvación de las almas y el bien de la Iglesia. Para Dios es su siervo fiel, para su pueblo es un padre siempre tierno; sus preferidos son los pobres.
Apóstol infatigable de la caridad. Realiza un arduo trabajo en sus Visitas Pastorales, recorre su diócesis a costa de grandes sacrificios. Contribuye para que su pueblo conozca y ame a Dios. Invita a unas hermanas a colaborar en la misión y las llama Hermanas de los Pobres.
Con sencillez instruye a los pueblos indígenas ininterrumpidamente. Se preocupa mucho por ellos, se afana por enjugar el llanto de sus hijos. Por su entrega total consume sus energías en el bien; una vez enfermo nunca se le escucha una queja dolorida.
Es el pastor y maestro de todo un pueblo.
En sus misiones recoge copiosos frutos de santidad. En el fin de su vida se le encuentra practicando la visita a las Parroquias en la cual formaba a su pueblo, confesaba diariamente y hasta altas horas de la noche. Forma sacerdotes según el corazón de Dios: humildes, abnegados, celosos. Muere con la muerte de los santos y lo llaman El Santo Obispo de Zamora.
Sus huellas benditas han quedado impresas por todo su obispado. Su vida la pasó haciendo el bien, practicando la virtud, huyendo los honores y ardiendo en caridad por sus semejantes. Parece estar siempre contemplando el Cielo.
Su más sabía predicación y herencia fue el ejemplo de su vida.